La Ilustración |
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La segunda fase de aceleración se inicia a mitad del siglo
XVIII, coincidiendo con otro fenómeno cultural importante,
el de la Ilustración. Aquí el motor inicial es el progreso
de la química, que empieza un desarrollo que luego se acelerará.
Aparecen dos factores que se suman. De un lado la posibilidad de realizar
análisis con mayor exactitud. Esto permite la detección
de sustancias tóxicas, de venenos, que antes pasaban desapercibidos.
En este sentido fue fundamental la introducción de una técnica
de determinación del arsénico por James Marsh, en
1836. De otro lado el descubrimiento de nuevas sustancias, empezando
por el aislamiento de varios metales. El siglo XVIII marcó
una ampliación importante en el número de elementos
conocidos: cobalto, 1735; níquel, 1751; cromo, 1797, y otros
muchos.
Algunos años más tarde se inicia la síntesis
de sustancias orgánicas, a partir de la obra inicial de Wohler
con la urea (1828). Se abre pues el camino que llevará, al
cabo de muchos años, a un aumento extraordinario en el número
de los productos tóxicos conocidos. Es la etapa que definimos
como la segunda ampliación.
En este tiempo, en el último tercio del siglo XVIII, destaca
la obra de Johann Frederick Gmelin, autor de un texto importante
de toxicología (1776), que tuvo mayor eco en los países
de lengua alemana. Su repercusión en el resto de Europa fue
escasa y esto ha llevado a una menor valoración de su obra.
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